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24 de Febrero de 2002
El pasado 24 de enero, Jornada Mundial de las Telecomunicaciones (¿para qué servirán todos estos días universales del escarabajo pelotero y sus congéneres?), el Papa envió a todos los católicos un mensaje titulado "Internet, un nuevo foro para la proclamación del Evangelio". En él, la Iglesia demuestra estar muy al día en estas cuestiones, pese a las aburridas y torpes acusaciones de ser "poco moderna" que suele proclamar diariamente la exégesis progresista y agnóstica española.
Especialmente interesante es la idea de Internet como un foro a la antigua usanza, donde se discuta de mil temas y se desarrolla buena parte de la vida social de los internautas. Y es el deber de la Iglesia estar ahí para que se escuche el mensaje de Cristo. Sin olvidar que Internet no deja de ser un medio más. Un medio nuevo, enorme, libre, pero un medio, con sus virtudes y sus defectos. No puede sustituir a la comunicación humana directa, y menos en un ámbito como es la evangelización, en donde el ejemplo personal es tan importante.
Cada vez está más estudiado el tipo de relaciones que se establecen en Internet. Parece que el relativo anonimato de la red nos libera de las inhibiciones que poseemos en la vida real, de modo que las discusiones son más enconadas y agresivas, los galanteos más atrevidos (es decir, más burros), las necesidades más apremiantes. Amén de que nuestras crecientes dificultades con la palabra escrita (al menos entre los jóvenes, los principales usuarios) sin duda aumentan la confusión en nuestras comunicaciones.
La información que encontramos en ella suele ser de lectura fácil, rápida y poco profunda, apta para una suerte de "picoteo" intelectual, pero que se queda muy corta cuanto intentamos ir más allá. El escritor Alberto Manguel ha llegado incluso a definir a los medios electrónicos como una no-lectura, un modo algo exagerado de pintarlo, pero que nos recuerda la enorme diferencia entre información y pensamiento. Internet puede servir como una puerta abierta a la biblioteca mundial en la que rebuscar entre sus estanterías. Pero cuando finalmente escogemos un volumen, hay que utilizar otros medios para leerlo por completo.
Debemos aprovechar las nuevas oportunidades de divulgación que la red nos ofrece, pero la mejor manera de hacerlo es tener en cuenta también sus limitaciones. Y se lo dice un internauta entusiasta.
Algunos enlaces de interés para el católico: