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Portada » Cine » You're the one

27 de Noviembre de 2000

You're the one

Como tantos otros grandes artistas, ante Garci es difícil quedarse indiferente. O te encanta o te parece un coñazo. Y esta película no es una excepción. Entusiasmará a aquellos que adoraron su abuelo y aburrirá a los que aquella aburrió. Porque Garci hace sus películas de modo que transcurran suavemente, sin prisas, dando tiempo a pensar. Y porque Garci no obliga a sus personajes a que se abran las venas ante sus problemas, sino que gusta de mostrarnos la quietud y franca belleza del dolor callado y la melancolía discreta.

Cuando Julia (Lidia Bosch) llega a su pueblo en Asturias, sabemos que tiene el alma corroída por un amor cortado de raíz y aún no cicatrizado. Y vemos que las personas que allí encuentra también tienen sus problemas, que aceptan y sufren sin grandes alborotos. Su criada, y sin embargo amiga, Pilara (Ana Fernández) y su marido maqui huido. La guardesa, tía Gala (Julia G. Caba), ya demasiado mayor para pedirle gran cosa a la vida. El maestro don Orfeo (Iñaki Miramón), con sus sueños pequeños y su corazón grande y su soledad. El cura don Matías (Juan Diego), con sus dudas ahogadas en anís. Y Juanito (Manuel Lozano), el hijo de Pilara, que adora el cine y que ve en Julia la encarnación viviente de sus estrellas.

Es ésta una película anegada de sentimientos puros, que se expresan de una forma literaria, pero sin que se note. Que sus personajes callan, pero los excelentes actores que los encarnan saben mostrar. Una película en la que Garci muestra su habilidad en sus dos oficios, escribir y dirigir, como creo nunca había hecho antes. La escena, de la que seguramente hayan oído hablar ya más de una vez, de la conversación entre Julia y Orfeo en la cafetería muestra el grado de perfección que ha alcanzado en ambos. Ocho minutos donde sólo se habla, pero donde los diálogos que hablan de amor y de consuelo son presentados en un plano único, absorbente, sin interrupción, que humedece los ojos del más insensible de los espectadores.

La película, por supuesto, es lenta, porque se recrea en la belleza de cosas tan sencillas como es un maestro enseñando a unos niños embobados por sus palabras. O de una obrita de Navidad. O de un dictado. O del amor más allá de la distancia y de la muerte. Cosas pequeñas y grandes que forman parte de la vida, y que pocos logran mostrarnos tan bien como este maestro.

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